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The New York Times

La crítica de restaurantes más famosa de Dakota del Norte ahora pide comida para llevar

A los 94 años, la autora de una reseña gastronómica que se convirtió en una sensación en internet sigue trabajando. Sin embargo la pandemia la ha obligado a hacer algunos cambios. Últimamente, la crítica de restaurantes más famosa de Dakota del Norte ha estado comiendo en casa. No es que no haya ningún lugar donde ir en Grand Forks y sus alrededores, donde vive y escribe. El gobernador del estado, Doug Burgum, ha permitido que los restaurantes y bares permanezcan abiertos a pesar de que Dakota del Norte ha tenido la tercera tasa de mortalidad por COVID-19 del país durante la semana pasada. No es que Hagerty se esté quedando sin fuerzas a los 94 años. Publica tres columnas en el Grand Forks Herald cada semana, a pesar de que se ha retirado oficialmente del periódico “dos o tres veces”, como ella dice. Ya había estado jubilada durante al menos dos décadas cuando, en 2012, escribió una columna que relataba la llegada del primer Olive Garden de su ciudad. El relato de Hagerty, escrito en su estilo habitual de valorar los datos fácticos por encima de la valoración crítica, conmocionó internet. Convertida en sensación de la noche a la mañana a sus 80 años, apareció dos veces en el programa de entrevistas de Anderson Cooper y firmó un contrato para un libro con el sello de Anthony Bourdain. Hoy en día ella llama a este período turbulento “el tiempo en que fui viral”. Eso tiene un toque diferente este año, sin embargo, que es lo que la llevó a reconsiderar la sabiduría de apegarse a su habitual y ocupado calendario de comidas. Hagerty ha vivido sola desde la muerte en 1997 de su marido, Jack Hagerty, quien fue editor del Herald. “Ella seguía con normalidad”, dijo su hijo, James R. Hagerty, hasta hace un mes, cuando ella le contó durante una llamada telefónica que había ido a una parada de camiones para desayunar. Esto fue más o menos en la época en que el brote de COVID-19 de Dakota del Norte se estaba convirtiendo en el peor del país. “Sabes, probablemente no sea una buena idea”, recuerda haber dicho. “Bueno, todos llevábamos mascarilla”, dijo ella. “Pero tenías que quitarte la mascarilla para comer, ¿verdad?”. Después de algunas idas y venidas familiares, Hagerty decidió restringir sus cenas profesionales a la comida para llevar y a las entregas a domicilio hasta que salir en Grand Forks sea más seguro. Para este crítico de restaurantes de la ciudad de Nueva York, oír la experiencia de Hagerty en 2020 puede ser como vislumbrar una realidad alternativa. Cientos de restaurantes neoyorquinos han cerrado sus puertas este año, desde lugares con reputación nacional como Blue Smoke y Uncle Boons hasta cafeterías de barrio desaliñadas que parecía que iban a volver hasta el día en que apareció un cartel de “Se alquila” en la ventana. Sin embargo, en Grand Forks y sus alrededores, Hagerty no sabe de ningún restaurante que haya desaparecido a causa de la pandemia. Sabía de uno que estaba temporalmente cerrado. “El Ramada Inn tiene un café donde sirven un desayuno dominical muy agradable y está cerrado, pero el bar del Ramada Inn está abierto”, dijo. “Allí atienden”. Por supuesto, Grand Forks, una ciudad de unas 50.000 personas, tenía menos restaurantes para empezar. Un resultado de esto es que Hagerty vuelve a escribir sobre lugares que ya ha reseñado con más frecuencia de lo que es típico de sus colegas profesionales en las grandes ciudades. Ha vuelto a tomarle el pulso al Olive Garden en varias ocasiones, la más reciente en febrero, cuando pidió la misma comida que había inmortalizado ocho años antes. “El fettuccine Alfredo tiene 1010 calorías y cuesta 12,99 dólares”, escribió. “La ensalada estaba bien fría. Pero como solo había dos aceitunas negras, pedí más”. En su reseña original, Hagerty había notado que la ensalada contenía “varias” aceitunas, lo que parecía satisfacerla. Su última comida dentro de un restaurante, antes de que aceptara quedarse en casa por un tiempo, fue también un retorno: The Blue Moose Bar & Grill, un pub al otro lado del río Rojo en East Grand Forks, Minnesota. Nathan Sheppard, uno de los propietarios, dijo que cuando Hagerty se presenta sin previo aviso en la recepción, cada 12 o 18 meses más o menos, no provoca el tipo de revuelo que podrías haber visto en la televisión o en una película. “Normalmente, uno de los jefes de piso vuelve y me dice: ‘Eh, Marilyn está aquí’”, dijo Sheppard. “Si ve algo negativo, lo mencionará amablemente, pero no hace una escena estilo Gordon Ramsay y empieza a tirar platos y a decir: ‘este ratatouille es basura’”. La actualización de Blue Moose de Hagerty señaló con aprobación la consistencia de la cocina a lo largo del tiempo, pero la seguridad también estaba claramente en su mente. Se requieren cubrebocas en todos los espacios públicos interiores en Minnesota, y Hagerty informó que el restaurante ofrecía mascarillas a los clientes que habían olvidado la suya. También se prestó atención al distanciamiento social. “The Moose opera con cautela”, escribió. Unos pocos clientes de Blue Moose han preguntado si realmente tenían que usar una mascarilla, dijo Sheppard, pero no muchos, particularmente ahora que la covid es una presencia familiar en el área. “En marzo todavía se oía a la gente hablar de si esto era o no real, porque no conocían a nadie que lo tuviera”, dijo. “Ahora todo el mundo conoce a alguien que lo tiene”. Algunos dueños de restaurantes en Dakota del Norte se resistieron a los cubrebocas hasta hace un mes, cuando el gobernador Burgum anunció una orden de un mes que obligaba a cubrirse la cara en el interior de los establecimientos. Hagerty recordó haber ido a una taberna de Grand Forks a comer hamburguesas poco antes de la medida del gobernador y estar preocupada por el número de clientes sin mascarilla que se arremolinaban en la barra. Ella y sus compañeras de cena llevaban cubrebocas. “Estaba con dos de mis amigas, y no somos unas muchachitas”, dijo. “Nos miraban raro, pero eso no me molesta. Voy a todas partes”. Aunque es más conocida por los forasteros por escribir sobre las cadenas nacionales que juegan un papel importante en la escena gastronómica local, Hagerty también ha escrito sobre lugares que sirven cocina tailandesa, vietnamita y somalí. Las otras dos columnas semanales de Hagerty no tratan de comida. Escribe una en forma de carta para poner al día a un amigo de fuera de la ciudad sobre los últimos acontecimientos en Grand Forks. La otra la llena con cosas sueltas que le llaman la atención. “Solo escribo sobre cosas medio locas”, dice. “Algo así como lo que le dirías a tus amigos pero que no pondrías en el periódico, pero yo sí lo pongo en el periódico”. Por estos artículos, el Herald le paga una tarifa de autónoma. Hagerty dijo en broma que el periódico probablemente no tiene el corazón para despedirla. Cualquiera en el periodismo, sin embargo, sospechará que sus editores valoran a una reportera que publica tres veces a la semana y nunca se queda sin ideas. “No lo hace por el dinero”, dijo su hijo, que escribe obituarios para The Wall Street Journal. “Lo hace para mantenerse cuerda. Se niega a ser una persona mayor”. Incluso en su auto-impuesto arresto domiciliario, Hagerty no se ha quedado sin temas. Ha informado sobre la búsqueda de pavos más pequeños para el Día de Acción de Gracias, las adaptaciones para la seguridad en caso de pandemia realizadas por el comedor de la Universidad de Dakota del Norte, y el trajín por las fiestas en una tienda de dulces de 71 años cuyas chippers, papas fritas cubiertas de chocolate, pueden ser el segundo mayor reclamo de Grand Forks a la fama gastronómica. “En este momento, hay una caja de papas fritas cubiertas de chocolate de Widman’s en camino a Italia”, escribió. Y, por supuesto, Hagerty ha escrito sobre la comida para llevar. Esto le ha dado nuevos ángulos sobre temas familiares, permitiéndole decir a los lectores qué lugares tienen servicio de entrega en la vereda o una ventanilla dedicada a la comida para llevar. Y le ha ofrecido la oportunidad de experimentar el Olive Garden de una manera diferente. Llevó los camarones del restaurante y algunos otros artículos a casa la semana pasada, dijo. Parecía no querer dejar ver sus intenciones antes de que sus pensamientos salieran en el periódico, pero parecía como si una sutil reevaluación estuviera en marcha. Su veredicto fue publicado en la página web de su periódico el sábado. “De alguna manera, los camarones me saben mejor dentro del Olive Garden que en un formato para llevar a casa”, escribió Hagerty. “Pero en estos días de coronavirus, la cena en casa tiene su atractivo”. Pete Wells ha sido el crítico de restaurantes de The New York Times desde 2012. Wells se unió al Times como editor gastronómico en 2006. @pete_wells This article originally appeared in The New York Times. © 2020 The New York Times Company