Una (muy) breve historia del socialismo en Estados Unidos – Cambio Colombia

En la mundialmente conocida tira cómica Asterix, sus autores Albert Uderzo y René Goscinny nos describen una Galia (la antigua Francia) ocupada en el año 50 antes de Cristo por los romanos. Ocupación total con la excepción de una pequeña aldea, donde sus irreductibles habitantes resistían al invasor, liderados por Asterix y su amigo Obelix. Después del reciente triunfo de la izquierda en Colombia, una mente retorcida y calenturienta podría hacer una analogía de la situación gala con una América invadida por el socialismo donde un solo país resiste, liderado por Donald Trump (quien, para ser justos, por físico y por intelecto sería más Obelix que Asterix). Un Donald Trump que consideraba necesario asegurar en su discurso de 2019 a la nación que “América nunca será un país socialista”.

El socialismo tan temido por Trump y una gran parte del pueblo estadounidense es visto por ellos como el gran enemigo de la libertad individual que está en el centro del “sueño americano”, libertad limitada por la importancia de un gobierno omnipresente y la prioridad de la sociedad sobre el individuo. Se podría pensar entonces que la aversión al socialismo hacía parte implícitamente, inconscientemente, de los valores de los emigrantes que partieron de Europa para fundar Estados Unidos, a tal punto que, para muchos, la oposición es entre una “América democrática, sajona” contra una “Europa socialista, latina”.

Para profundizar

Pero, aunque el culto al individuo es efectivamente central en la creación de los Estados Unidos, el socialismo estadounidense existe desde la aparición de la palabra, a mediados del siglo XIX, entendido como un movimiento político que busca la disminución de las desigualdades mediante el control estatal del mercado, contra un capitalismo que considera que el mercado se auto-regula y contra un comunismo que busca la supresión de la propiedad privada.

En efecto, la palabra “socialista” apareció por primera vez en inglés en 1827, en un articulo de la revista de una cooperativa fundada por Robert Owen, un activista galés que es considerado el padre del cooperativismo y del socialismo británicos. Owen fundó varias cooperativas en Estados Unidos y sus seguidores crearon el primer partido laborista estadounidense, el Working Men’s Party. Una de sus campañas tuvo una gran popularidad entre los trabajadores: la división del día en tres periodos de 8 horas, para trabajar, descansar y hacer lo que se quiera. Sin embargo, el carácter anti-clerical de las ideas de Owen fueron un obstáculo a una mayor difusión en una sociedad tan religiosa como la estadounidense.

Un aumento de los seguidores del socialismo ocurrió con la llegada de una gran ola de emigrantes, como consecuencia del fracaso de las revoluciones europeas de 1848. En mayo de 1886, más de 300.000 personas desfilaron en el país pidiendo un día de trabajo de 8 horas. La manifestación en Chicago fue reprimida violentamente por la policía, con un saldo de 4 muertos y centenas de arrestos. La presencia de inmigrantes alemanes entre los manifestantes fue utilizada para desacreditar el movimiento, presentándolo como extranjero, vehiculando valores no americanos como la falta de amor por el trabajo y el ateísmo.

El punto más alto de la influencia socialista llegó con las elecciones de 1912, cuando el Socialist Party of America alcanzó el 6% de los votos. El fundador de este partido fue Eugene Debs, cuyo retrato aparece hoy en día sobre el escritorio de Bernie Sanders. Y su popularidad fue grande entre las mujeres, gracias a una política feminista que exigía el voto femenino, con un eslogan del triplete “socialismo, feminismo y sufragismo”.

Desafortunadamente, el aspecto anti-racista no fue defendido con la misma fuerza que el feminismo: muchos sindicatos se oponían a la aceptación de miembros no blancos, con la excusa que eran trabajadores que aceptaban salarios inferiores a los blancos.

La Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa trajeron una división en la izquierda entre los que apoyaban la participación en la guerra y los pacifistas. Entre estos últimos estaba el Socialist Party. La oposición a la política del gobierno produjo, de un lado, la deserción de miembros importantes y, de otro, una importante represión policiaca.

La depresión que siguió el fin de la Primera Guerra Mundial propició una mayor popularidad del Partido Comunista, que llegó a tener tres veces más miembros que el Socialista. Pero las políticas sociales del presidente F. D. Roosevelt, conocidas como New Deal, llevaron a una casi desaparición de los partidos de izquierda, reemplazados entre los trabajadores por una mayor acción de los sindicatos.

Un caso que merece ser señalado en esos años es el de la ciudad de Milwaukee, gobernada durante 38 años, entre 1910 y 1960, por tres alcaldes socialistas: Emil Seidel, Daniel Hoan y Frank Zeidler, que construyeron la reputación de una de las ciudades mejor gobernadas del país.

El obstáculo del ateísmo y el anti-clericalismo de Owen y la social democracia alemana no existía con una variante inglesa del socialismo, basada en el carácter social del discurso de Cristo, especialmente del Sermón de la montaña. Y este socialismo supo atraer las comunidades negras, bastante religiosas, liderando buena parte del movimiento de los derechos civiles de los años 1950 y 1960.

Un nuevo aumento de la izquierda llegó con la oposición a la guerra de Vietnam, especialmente entre los jóvenes, con la aparición de la New Left y su organización Students for a Democratic Society (SDS), que llegó a tener 100.000 miembros.

La victoria del neo-liberalismo, con Reagan en Estados Unidos y Thatcher en Inglaterra, conduce a una baja de impuestos y una disminución del gasto social, olvidando los logros del New Deal. Las presidencias demócratas sucesivas modificaron muy poco esta situación y, por supuesto, la presidencia de Trump aceleró aun más las desigualdades: el 50% de la población con menores ingresos posee solo el 13% de la renta nacional (contra un 20% en los años 1960-1980), mientras que el 10% más rico ha pasado de poseer el 10% al 19%. Estas disparidades en riquezas han producido un nuevo interés por las ideas socialistas, reflejado en la popularidad del senador Bernie Sanders, candidato en las primarias demócratas de 2016 y 2020, y en la elección de congresistas del ala izquierda del partido demócrata como Alexandria Ocasio-Cortez y Rashida Tlaib. En realidad, aunque estas tres últimas personas aparecen como miembros del partido demócrata, ellas pertenecen a la organización socialista Democratic Socialists of America (DSA), fundada en 1980, heredera del New Left, y reivindicando hoy cerca de 100.000 miembros.

Bibliografía: Gary Dorrien, activista del DSA y profesor en la Universidad Columbia, ha escrito dos libros que son la referencia sobre la historia de la social democracia europea y el socialismo estadounidense:
• Social Democracy in the Making: Political and Religious Roots of European Socialism. Yale University Press, 2019.
• American Democratic Socialism. Yale University Press, 2021.