Latinoamérica no existe – Tendencias Hoy

Latinoamérica no existe. O al menos, cabría buscarle un nombre nuevo. Porque esa masa de 20 millones de kilómetros cuadrados habitada por 640 millones de personas se desequilibra desde el punto de vista histórico, económico y político por ese coloso que es Brasil.

Si lo quitamos de la ecuación, ¿cómo llamar a esa veintena de países desde el Río Grande a Tierra del Fuego, que a pesar del discurso indigenista tan en boga no tenía ningún punto de unión entre sus pueblos, hasta que la historia cambió cuando un genovés medio despistado llegó un 12 de octubre de hace 529 años?

Una letra para unir a un subcontinente

El escritor y periodista argentino Martín Caparrós aporta, como en otras ocasiones, una palabra inventada. Ñamérica. La Ñ es -obviamente- un guiño al castellano, uno de los pocos vínculos de unión en la región, esa consonante “que tiene un firulete sobre una letra ya existente para volverla otra”. O quizás un velado homenaje a su famoso bigote.

Latinoamérica no existe. O al menos, cabría buscarle un nombre nuevo. Porque esa masa de 20 millones de kilómetros cuadrados habitada por 640 millones de personas se desequilibra desde el punto de vista histórico, económico y político por ese coloso que es Brasil.

Con el nombre de Ñamérica Caparrós intenta ver qué puede tener en común y qué los separan a los millones de habitantes que viven entre el Río Grande y Tierra del Fuego

Con esa palabra sacada de la chistera bautiza a su última obra, un libro de más de 700 páginas donde a través del ensayo y la crónica pinta un cuadro que trata de poner un poco de comprensión a ese subcontinente tan inconmensurable como diverso.

Una obra entre el aluvión de datos y la crónica periodística

Algunos verán un reflejo de Las venas abiertas de América Latina, una de las obras cumbres de Eduardo Galeano.

Pero Caparrós va más allá: no se centra en el aluvión de datos del escritor uruguayo, sino que camina por ciudades y selvas, habla con campesinos y millonarios, visita campamentos guerrilleros y hogares de clase media para reflejar la diversidad de identidades que hay en la América hispanoparlante.

Latinoamérica no existe. O al menos, cabría buscarle un nombre nuevo. Porque esa masa de 20 millones de kilómetros cuadrados habitada por 640 millones de personas se desequilibra desde el punto de vista histórico, económico y político por ese coloso que es Brasil.

Los seguidores de la obra de Caparrós (que tiene más de 30 libros publicados, y fue ganador de premios como el Planeta, el Herralde, el Rey de España y el Moors Cabot) lo verán como una combinación de El Interior (cuando viajó por seis meses por las provincias de Argentina) y el ensayo El Hambre.

Su pluma transita por la ironía, con toques de humor corrosivos y con acertadas descripciones que combina con de datos enciclopédicos para tener, aunque sea, una comprensión de esa tierra de contradicciones.

Una tierra de contradicciones

Porque desde Europa, o en la misma Latinoamérica (o Ñamérica, ya puestos) se suele percibir una imagen que cuando se analizan las cifras o se camina por los pueblos o grandes ciudades se revela que está lejos del tópico.

Latinoamérica no existe. O al menos, cabría buscarle un nombre nuevo. Porque esa masa de 20 millones de kilómetros cuadrados habitada por 640 millones de personas se desequilibra desde el punto de vista histórico, económico y político por ese coloso que es Brasil.

Es una región con décadas de estabilidad democrática y sin siquiera una hipótesis de conflicto entre estados, pero con países con la mayor tasa de violencia urbana del mundo.

“A Ñamérica la imaginamos como un continente muy ligado a lo natural, a lo campestre y no, es el continente más urbano del mundo”.

Martín Caparrós

“La imaginamos como un continente muy ligado a lo natural, a lo campestre y no, es el continente más urbano del mundo. Más del 80% de Latinoamérica vive en megaciudades con enormes cordones de pobreza”, añade el escritor.

Latinoamérica no existe. O al menos, cabría buscarle un nombre nuevo. Porque esa masa de 20 millones de kilómetros cuadrados habitada por 640 millones de personas se desequilibra desde el punto de vista histórico, económico y político por ese coloso que es Brasil.

Son tierras pobladas por grandes olas: la de los pueblos asiáticos que llegaron donde solo había animales y plantas, la de los europeos que desembarcaron con la espada y la cruz, la de los africanos arrancados de sus orígenes para reemplazar a los indios al borde de la extinción, y la de más europeos que huían de guerras y hambrunas.

Pero ahora sus habitantes buscan nuevas tierras prometidas al norte del continente y del otro lado del Atlántico.

Sus campos y prados producen alimentos para alimentar varias veces a la humanidad “pero uno de cada diez ñamericanos no come lo suficiente”, puntualiza.

Se suele hablar del boom latinoamericano de literatura (que por cierto, fue impulsado desde España), pero los principales productos de exportación cultural son el reggaetón, el fútbol, el ceviche, los culebrones y la mitología de los narcos. “La cultura ñamericana que se nota es un producto de sus pobres”, apunta Caparrós.

Latinoamérica no existe. O al menos, cabría buscarle un nombre nuevo. Porque esa masa de 20 millones de kilómetros cuadrados habitada por 640 millones de personas se desequilibra desde el punto de vista histórico, económico y político por ese coloso que es Brasil.

Radiografía de las ciudades latinas desde adentro

Al escritor le hubiera sido muy sencillo lanzar conceptos, inventarse palabras y pontificar desde un cómodo sillón. Pero uno de los valores más interesantes de Ñamérica es la descripción in situ del subcontinente que realiza tras tres décadas de haber pateado la región.

“La cultura ñamericana que se nota es un producto de sus pobres”.

Martín Caparrós

Así se ve a la Ciudad de México (o la impronunciable CMDX, como se estila ahora), inconmesurable como la mayor megalópolis del mundo, castigada por la violencia urbana y con una de las mayores desigualdades económicas que uno pueda ver.

En El Alto, cerca de la capital de Bolivia, camina casi sin oxígeno en una ciudad donde todo el mundo lucha como puede para salir de la pobreza.

Caparrós ve como los bogotanos, tras décadas de desidia, por fin demuestran algún cariño por ciudad capital.

Latinoamérica no existe. O al menos, cabría buscarle un nombre nuevo. Porque esa masa de 20 millones de kilómetros cuadrados habitada por 640 millones de personas se desequilibra desde el punto de vista histórico, económico y político por ese coloso que es Brasil.

En su obra refleja el derrumbe económico y social de Venezuela a través del sálvese quien pueda que es Caracas, la que fuera la ciudad más rica y ahora es la más pobre de la región.

Fracasos y resignaciones de las metrópolis

En Buenos Aires, donde reconoce que juega de local, mira a esa ciudad que durante décadas de soberbia se negó a reconocerse parte de Latinoamérica, y que se resigna a un laberinto de crisis cíclicas.

En la capital de Cuba percibe el fiasco del experimento socialista: “La Habana me entristece (…). Es el resumen del fracaso, el lugar donde todo iba a ser y no fue nada”.

Latinoamérica no existe. O al menos, cabría buscarle un nombre nuevo. Porque esa masa de 20 millones de kilómetros cuadrados habitada por 640 millones de personas se desequilibra desde el punto de vista histórico, económico y político por ese coloso que es Brasil.

En Managua retrata cómo las bandas arrebataron el monopolio de la violencia al estado, que ahora se cruza de brazos ante la impotencia.

Reconoce que en entre las crónicas le quedó pendiente ir a Santiago de Chile para retratar cómo ha sido el crecimiento de la clase media. Pero la pandemia le cambió los planes.

La capital o el capital de Ñamérica

Y en Miami recorre kilómetros entre rascacielos, centros comerciales y una ostentación obscena del dinero para recordar porqué es la síntesis y la derivada vergonzosa de Ñamérica.

Latinoamérica no existe. O al menos, cabría buscarle un nombre nuevo. Porque esa masa de 20 millones de kilómetros cuadrados habitada por 640 millones de personas se desequilibra desde el punto de vista histórico, económico y político por ese coloso que es Brasil.

“Alguien alguna vez conseguirá calcular cuántos miles de millones que podrían haber servido para dinamizar las economías latinoamericanas para crear empleos y bienestar en sus lugares está varado en los brillos de Miami”, dice.

Y un cambio de artículo permite tener una nueva perspectiva de esta ciudad donde ser latino sí es motivo de orgullo: “Miami, más que la capital, es el capital de Ñamérica”.