Farándula y hueso… la secuela – Milenio

Hay algo que deberíamos haber ya entendido, pero parece que no. La fama no te hace particularmente apto para las funciones públicas. No digo que no haya excepciones, porque ser artista en el verdadero sentido de la palabra significa que eres una persona que al menos observa e interpreta el mundo. También hay gente muy popular más allá de bien preparada. Pero ser famoso en sí es una muy peligrosa moneda de cambio. Lo peor es que los partidos políticos lo saben. Y ahí van de nuevo.

Sí, mucha gente va a votar por el que les cae bien. El que conocen. El que sienten cercano. En estas próximas elecciones de junio, marcarán en muchos sentidos el rumbo de nuestro país, y sería muy doloroso que nuestro futuro esté definido por varias carreras mediáticas, algunas en franca decadencia, a la que los partidos políticos, casi sin excepción, se han acercado para que sean sus rostros en la boleta electoral.

No, no quiero una diputada famosa por gritar “cuánto odia a los hombres” y, francamente, me indigna que en su anuncio político se ponga a cantar al respecto. No es nada contra ellos, podrá ser una relación simbiótica entre los partidos y los famosos, ¿pero los mexicanos de a pie, apá?

Son muchos los que han dicho que no. Entre ellos uno de nuestros más importantes e inteligentes productores de teatro. Y vaya que podría ser tentador, pero este no es un simple caso de “zapatero a tus zapatos”, que no siempre aplica. Es el simple hecho de que para desempeñar un cargo público hay que saber algo del tema. Aguas, Donald Trump hablaba de su “audiencia” o “público”, no de los ciudadanos.

Twitter: @susana.moscatel