Trump podría ganar la batalla electoral en Estados Unidos – DW (Español)

Luego de que Donald Trump aceptó la nominación como candidato a la presidencia, la campaña electoral de EE. UU. comienza con mentiras, miedos y caos. Y, al final, Trump podría ser reelecto, opina Ines Pohl.

Que los partidos elijan a sus candidatos en un congreso es algo muy común en muchas democracias. Los pomposos eventos en EE. UU., en los que tanto los republicanos como los demócratas se reúnen durante varios días, sin embargo, son algo típicamente estadounidense. Aunque ya estaba claro desde hace meses quién ganó las complejas elecciones primarias, los candidatos de cada partido aceptaron la nominación con grandes gestos y largos discursos.

El candidato usa ese foro para presentar sus visiones políticas y para llevar a las urnas tanto a sus seguidores como a sus potenciales votantes. Cuando un presidente ya dejó atrás el primer período en el cargo, usa el escenario y los símbolos de poder para demostrar lo que ha conseguido, y lo que todavía quiere conseguir.

Todo eso va, normalmente, acompañado de muchos aplausos y euforia, de una lluvia de confeti y globos. Pero en este año de pandemia todo es diferente. En un país con una tasa mortalmente alta de contagios de coronavirus no se celebran grandes eventos. Es por eso que ambos partidos llevaron a cabo la fase más caliente de la batalla por la Casa Blanca en el espacio virtual.

El perdedor será el pueblo de Estados Unidos

Todavía no puede decirse quién ha manejado mejor este desafío nunca antes visto. Ambos partidos tratan, en un difícil acto de equilibrio, de servir a sus adeptos más fieles y, al mismo tiempo, de atraer a los electores aún indecisos, que son los decisivos. A ellos los necesitan tanto los demócratas como los republicanos para definir quién será el nuevo presidente de Estados Unidos.

Ines Pohl, corresponsal de DW en Washington.

Ines Pohl, corresponsal de DW en Washington.

Aunque luego de estos espectáculos políticos todavía no se sepa quién será el ganador, el perdedor ya está claro: es el pueblo estadounidense, que vive en una sociedad que no puede ponerse de acuerdo ni siquiera en cuanto a los parámetros más fundamentales. Un parámetro de ese tipo es, por ejemplo, que las afirmaciones de los políticos deban ser comprobadas. O que hay fundamentos científicos válidos, al menos hasta que se demuestre lo contrario.

Con Donald Trump, todo eso no tiene vigencia. Todo aquel que cuestione sus mentiras y sus tergiversaciones -ya sean periodistas o científicos- son degradados y calificados de agitadores. Hay una gran cantidad de estadounidenses que ya solo creen en lo que encaja en su visión del mundo. Las cifras económicas se maquillan, los teóricos de la conspiración califican a otros países de potencias peligrosas que quieren invadir EE. UU., y el virus mortal se banaliza.

EE. UU.: un reality show en lugar de la realidad

Los dos congresos partidarios volvieron a demostrar una vez más cuán dividido está Estados Unidos. Y en qué medida las falacias políticas del gobierno de Donald Trump son un factor de descomposición. Ahora comienza la fase crítica de la campaña electoral. Un batalla que nunca antes se había dado de esta forma. En la que los hechos reales no importan. En la que ya no existe una idea unificada y compartida de la realidad, sino en la que un hombre tiene verdaderamente atrapada a gran parte del país con su propio espectáculo mediático.  

Los demócratas están muy lejos de tener una respuesta a eso. Por el contrario, les dan todo en bandeja a los enemigos de la democracia al no haber logrado que sus nuevas figuras políticas, que no forman parte del elenco fijo de la élite de Washington, ganaran peso. Eso es para muchos estadounidenses una prueba de que el actual sistema está  obsoleto y que ahora tendrán que preocuparse solo por su supervivencia.

En las próximas semanas podremos observar cómo se unen las fuerzas democráticas y cómo las instancias de control existentes tratarán de reconquistar el poder de definir qué es lo real. Después de estos congresos partidarios y de las reacciones que provocaron, realmente hay que preocuparse por lo que le espera a este país. Cabe preguntarse qué significaría para otras democracias la posible reelección de un populista. O si eso sería un augurio de lo que vendrá a nivel mundial.

Vivimos en tiempos en los que es cada vez más difícil para la sociedad ponerse de acuerdo sobre los sucesos vividos en conjunto. Estados Unidos se parece cada vez más a un espectáculo televisivo de telerrealidad en el que se les da a los ciudadanos la sensación de ser héroes. Aunque justamente eso no tenga nada que ver con la realidad.

(cp/ers)