¿México se parece al Cruz Azul? – El Financiero

Por alguna razón a los mexicanos nos gusta la historia de Don Gato, el personaje de las series de Hanna-Barbera que en los ochenta llenaba media hora de contenido en el Canal 5.

Es un pícaro que siempre está a punto de cambiar su historia a partir de la fortuna y no tanto de sus méritos o talento. Recuerden la emoción de encontrar a un equino llamado Arabela que ganaría el Derby y sacaría a todos del atorón de la pobreza.

Con el animal enrachado, la victoria está al alcance hasta que en plena carrera el vanidoso caballo se detiene en la línea, solo para salir bien acicalado en la fotografía del final de la carrera que por esa circunstancia termina perdiendo, pese al esfuerzo del jinete, Benito Bodoque.

Siempre es en otro o en la fortuna en quien pone la esperanza esa pandilla de gatos. Nunca consiguen la mejora definitiva de sus vidas.

El Cruz Azul refleja hasta ahora esa circunstancia. Se fueron los días de Carlos Hermosillo que entregaron trofeos y luego vinieron otros que no consiguen la meta. Hoy la esperanza parece estar en un hombre a quien apodan “El Cabecita”. Que él y el cielo ayuden al Cruz Azul a vencer al Santos y que termine la maldición, piden muchos.

Ya son suficientes las veces que esa camiseta, como el arnés de Arabela, se queda en la raya.

Recuerdo mi niñez viviendo a la expectativa de un milagro “salinista”. El PRI ya había perdido desde entonces el respeto de la mayoría de la gente de mi colonia, pero de algún modo un presidente nuevoleonés armó una historia que convenció a todos.

Solidaridad, el Tratado de Libre Comercio y el crecimiento económico provocaban sonrisas y el sueño de que llegara, ahora sí, la suerte y se posara sobre todos mexicanos. Vino luego el error de diciembre, las culpas compartidas, los asesinatos y el sueño derivó en pesadilla. “Efecto Tequila” fue llamado en el mundo el golpe que movió los mercados internacionales ante la temporal insolvencia de México. Tantos ceros dibujó la inflación en las cuentas por pagar, que para hacer las cosas fáciles, a cada factura le quitaron tres ceros y por un tiempo todos cobraron de forma irónica en “Nuevos Pesos”.

Vino la revancha. Ernesto Zedillo consiguió un préstamo urgente de un joven Bill Clinton que apostó a que sus compatriotas encontrarían algún valor en México para pagar la cuenta.

Ese valor fue una revolución en costos. Casi todas las fábricas estadounidenses instalaron sucursales en el paraíso de una moneda devaluada y salarios bajos.

El TLCAN sacó a Monterrey de la irrelevancia internacional y construyó ahí la catedral de la manufactura. El ejercicio tuvo un efecto de retoños en el Bajío… San Luis, Aguascalientes, Guanajuato y Querétaro, que añoraban el esplendor de la época virreinal; recuperaron bríos al son de motores de tractocamiones llenos de cosas. Sus pueblos fueron nuevamente ciudades.

El PRI dejó un país andando y listo para la democracia. Vicente Fox habría de cambiarle las pilas al juguete para avanzar otro tramo, pero todos siguieron recargados en Arabela. En la fortuna y no en algún talento desarrollado nacionalmente.

La tecnología mexicana es todavía un concepto que en muchos provoca una sonrisa burlona.

Vino la desgracia del 11 de septiembre y como el Cruz Azul, de nuevo el país perdió el camino a la victoria, ese paso final rumbo al mundo desarrollado.

Dando tumbos con un gabinete apodado “Montessori”, México mantuvo cierto orden y el PAN se quedó con el poder en ese polémico 2006.

La economía creció y pasada la narrativa del furioso perdedor político de entonces, el país se enfilaba nuevamente hacia un crecimiento afortunado digno de presumirse. Salvo por la inseguridad y los muertos, la economía pintaba un panorama afortunadamente brillante… hasta que llegó 2009 y su crisis financiera barrió con las esperanzas. Otra vez.

A Felipe Calderón le cargaron ese muerto junto con otros miles más, caídos por la crisis de la violencia desatada por una guerra contra los narcos.

Calderón cedió el paso al PRI que el PAN, su Partido Acción Nacional, había sacado del poder.

Los recién llegados, untados en aceites de Atlacomulco, bajaron a cambiar las reglas. Ataron lo necesario para conseguir reformas que remodelaron México lo suficiente para llamar la atención nuevamente de los capitales del mundo.

Enrique Peña Nieto guiado por Luis Videgaray consiguió aquello y regresó a la sala de su casa a ver el país por televisión: la creciente guerra criminal, los robos de gobernadores, la crisis de Ayotzinapa y el ascenso político de Andrés Manuel López Obrador.

De nuevo, el México reformado prometió cosechas grandes.

En ese marco se instaló la Cuarta Transformación que no termina de mostrar método ni meta. No hay victoria a la vista.

¿Es éste entonces el país Cruz Azul? Una nación que llega a la final, pero no termina de ganar.

Quizás un triunfo esta noche del equipo guiado por “El Cabecita” podría cambiar la suerte de su equipo y de algún modo influir en la circunstancia nacional. ¿Una nueva dosis de fortuna? Puede ser que esta vez sí resulte.

Lo ideal sería olvidarse de lo fortuito y trabajar en las fuerzas básicas del equipo y del país.

Quizás invertir 596 millones de dólares en becas en las mejores universidades del mundo para chavos talentosos que firmen “con sangre” su regreso al país para crear tecnología nacional vendible… entonces restaríamos algo de la carga que hoy recargamos en la suerte y así, solo así, ganar frecuentemente las finales.