Una rendición de cuentas con tantas propuestas y un discurso de largo aliento, como el del miércoles, lo derrotan con el decorado.
El celofán nunca es parte importante de un regalo, aun cuando sus colores sean atractivos. Los económicos lo retiran con cuidado y lo guardan para a su vez usarlo más adelante.
Los poco cuidadosos lo rasgan de mala manera y lo tiran al piso que lo acoge como basura a llevar al zafacón más tarde.
La presentación fue inusual, cambiando agosto por febrero, pero igual el escenario, sin duda un performance de lujo.
El costo difícilmente llegue a calcularse, y no debiera ser crucial, sino el efecto visual que se procuró. No hay dudas de que quedó bonito.
La crítica proviene de políticos y de medios, y la verdad que debió hacerla gente especializada en espectáculos, en producciones.
La farándula debe devolver favores, y en las circunstancias que sean menester, como ahora que se hizo del frente del Palacio una tarima.
Los expertos que asesoraron, diversos en género y condición, deberán chequear su invento, su obra de laboratorio, pues se tiene la impresión de que el tiro salió por la culata.