Estados Unidos dividido en dos países que apenas se comunican – El Tiempo Latino

Hará falta el espíritu del Watergate en las audiencias televisadas del 6 de enero.

¿Qué deberíamos pensar del hecho de que todos los canales de televisión de Estados Unidos hayan retransmitido en directo las festividades del jubileo de una anciana monarca, pero que se distancien de las audiencias de esta semana sobre un asalto a la democracia estadounidense?  Si lo queremos ver desde el lado más favorable: la corona británica está por encima de la política, incluso en Estados Unidos. La interpretación más oscura sería que la supervivencia de la propia democracia estadounidense es ahora una cuestión partidista.

La comisión del 6 de enero, que será televisada a partir del jueves, espera emular las audiencias del Watergate que llevaron a la caída de Richard Nixon en 1974. Sin embargo, lo evidente hasta ahora son las diferencias. Todas las cadenas estadounidenses transmitieron en directo las audiencias del Watergate. Se prolongaron durante meses y las veían casi tres cuartas partes de la población estadounidense. Fox News, que no existía en la época de Nixon, dijo esta semana que no transmitirá las audiencias del 6 de enero.

Desde Watergate, escándalo que cumple 50 años la semana que viene, hasta el 6 de enero se puede observar a una sociedad transformada. A pesar de que Nixon acababa de ser reelegido por un amplio margen -la mayor victoria presidencial Republicana de la historia, con el 61 por ciento de los votos-, el Senado estadounidense votó por unanimidad a favor de abrir una investigación sobre el robo a unas oficinas en el edificio Watergate.  Ningún Republicano votó en contra.  La acusación de que el presidente de EEUU podría ser un delincuente era demasiado grave para tratarse como política normal.

Donald Trump, por el contrario, había sido recientemente derrotado para la reelección cuando todos los Republicanos, excepto dos, votaron en contra de una investigación de la Cámara de Representantes sobre el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. Los dos perfiles de coraje, Liz Cheney y Adam Kinzinger, están ahora probablemente acabados como Republicanos.  Su partido logró retrasar un intento de crear una comisión en el Senado.  Esta es una referencia de todo lo que ha cambiado.

Esta es otra.  El Watergate fue un robo a las oficinas del partido Demócrata.  Nadie murió.  El violento asalto al Capitolio, al final cobró siete vidas. Sin duda, Nixon abusó de su poder para espiar a los opositores, robar sus planes electorales y arruinar a cualquiera que se interpusiera. Pero no conspiró para anular unas elecciones. Parte de la ira de Nixon probablemente surgió de la afirmación de que en 1960 su oponente Demócrata vencedor, John F. Kennedy, podría casi asegurarse que obtuvo la ventaja al llenar las urnas con boletas falsas en Cook, condado de mala fama en Chicago.  Ese mismo año, Nixon honorablemente cedió ante su oponente. No iba a volver a caer en lo mismo.

Sea cual sea la psicología de Nixon, revelar lo que había hecho conmocionó a la nación y cambió decenas de millones de mentes, incluidas muchas Republicanas.  Pero fueron los métodos criminales que utilizó para encubrirlo, más que el delito subyacente, lo que hizo cambiar a la opinión pública. Trump, en cambio, es un libro abierto. Incitó públicamente a un intento de anular unas elecciones y utiliza “Stop the Steal” (Detengan el robo) como logotipo movilizador. Además, este no es el Estados Unidos de 1973. La mayoría de las mentes ya están decididas. Más del 40 por ciento de los estadounidenses están de acuerdo con Trump.

¿Puede cambiar eso las audiencias del 6 de enero? Parece muy poco probable. Trump fue el primer presidente estadounidense en ser imputado políticamente dos veces y, sin embargo, ninguno de sus juicios en el Senado resultó en su contra. No hay razón para pensar que la próxima serie de audiencias será muy diferente. Incluso si Mike Pence, su ex vicepresidente y el improbable héroe del 6 de enero, soltara la lengua en un horario de máxima audiencia, Trump ya lo calificó exitosamente de traidor ante las multitudes de MAGA. En 1973, Howard Baker, el Republicano más veterano de la comisión, preguntó: “¿Qué sabía el presidente y cuándo lo supo?” En 2022, los Republicanos dicen que la investigación es una cacería de brujas, no muestran interés en averiguar qué sabía Trump ni cuándo lo supo y recuerdan su afirmación de que Biden es un presidente ilegítimo.

El resultado irónico es la nostalgia de la época del Watergate. El Watergate demostró que la república estadounidense podía resistir el ataque de un presidente en funciones popular y muy eficaz.  El sistema funcionó.  El 6 de enero demuestra que un expresidente con mala reputación puede vetar el destino de la democracia. La ironía proviene del hecho de que el declive de la confianza en el gobierno comenzó durante Watergate y ahora está por el suelo. Aparte de un par de interludios durante la presidencia de Ronald Reagan en la década de 1980 y la de Bill Clinton en la década de 1990, la confianza en que el gobierno hace lo correcto algunas veces o siempre ha ido en descenso desde Watergate. Ahora está en un mínimo histórico del 20 por ciento.

Parte de la cura para el odio mutuo partidista de hoy en día sería una muestra de la admirable objetividad que mostró la comisión de Watergate.  Pero el Estados Unidos cuyo asombro forzó a Nixon a renunciar, parece casi tan perdido en el tiempo como la tiranía real que expulsó.  El pasado es otro país, como dice el refrán.  El presente de Estados Unidos parece dos países diferentes que apenas se comunican entre sí.

Edward Luce

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