Estados Unidos apuesta por Cincinnati, la mudanza del miedo para el Tri – ESPN Deportes

LOS ÁNGELES — Era una histeria silenciosa lo que resplandecía en el marcador de Columbus. Estados Unidos 1-2 México. Luciérnagas de abatimiento. Banderas rotas en los puños vencidos de nudillos flácidos de The American Outlaws (Los Forajidos Americanos), la legión beligerante y solidaria de la selección estadounidense.

11 de noviembre de 2016. El búnker crepitaba y humeaba fracaso. Demolido por los goles de Miguel Layún y Rafa Márquez. Juan Carlos Osorio llamó al sastre de Carlos Salvador Bilardo: “un traje blanco de tres piezas, y una camisa roja, ¡ah!, y un clavel en la solapa”, y a recorrer Paseo de la Reforma, hasta ahí, al pie del Ángel de la Independencia. ¡Mataor!

Aún retozaba el chisporroteo festivo de los mexicanos en la tribuna y en la cancha, cuando la decisión fue tomada. “Busquemos una nueva sede, de inmediato. Aquí, ante México, se acabó”, era la orden de Sunil Gulati. Los vestigios, las ruinas, traen recuerdos, y los recuerdos, fantasmas. El aquelarre de Columbus. Y un fetichismo menos.

Cinco años y un día después, los colonizadores arriban a Cincinnati. Este 12 de noviembre, Estados Unidos inaugura su nueva fortaleza. TQL Stadium. Esos, sus nuevos Muros de Jericó. La mudanza del miedo. Además, Cincinnati alza la voz. No de protesta, de gol. El futbol florece entre las grandes memorias de Paul Brown y de Pete Rose. Girasoles en el asfalto.

En 2001, Columbus fue el hallazgo. “Una tribuna, sin mexicanos”, era la urgencia. Sólo estadounidenses. Y sólo de esos que rabian por el futbol. Los 23 de la tribu de Enrique Meza, su cuerpo técnico y directivos, sudaron la emboscada. Otro eslabón de esa cadena de esos nueve “dousacerou”, el marcador más recurrente en 72 encerronas. Un yugo a golpe de yunque y martillo.

Acta de defunción: 2-0, 28 de febrero de 2001, Columbus, Ohio. La llaga granate en el costado de México. Hería y hedía. El bullying enronquecería gargantas estadounidenses. Goles de Josh Wolff y Earnie Stewart, las piedras angulares del martirio de 15 años. Desde esa noche, México apestaría a ese azufre en los Mundiales de Corea del Sur/Japón, Alemania, Sudáfrica y Brasil. Iría a la Gran Fiesta del Mundial, pero con una imperfección en el frac. “Made in Columbus”.

Hace cinco años, horas antes de la hecatombe estadounidense, había escozor en la USSoccer. Demasiados mexicanos en la tribuna. Si un caudaloso río y una guardia fronteriza no detienen a esa casta enjundiosa, a esa progenie audaz del Sur, cómo podría detenerla una taquilla sobornable. Columbus se volvía trilingüe: inglés, español y futbol. El esperanto del drama. Les tomó 15 años, pero los mexicanos zanjearon El Álamo de Columbus.

Eso, la invasión indeseada e inesperada. Eso, y la derrota, con las huellas de Layún y de Márquez. Eso, y el miedo. Eso. Y ocurrió la mudanza a Cincinnati.

¿Por qué Cincinnati? ¿Por qué si habiendo estadios gigantescos, futboleros de leyenda? Rose Bowl de Pasadena, Memorial Coliseum o ahora el estadio de Atlanta o de Arlington. La taquilla babearía: al menos seis millones de dólares por este Guerra Civil de la Concacaf.

No hay misterios ni estupidez financiera. Es simple. Estados Unidos prefiere menos verdes, billetes, en sus arcas, pero prefiere aún más, menos verdes—aficionados mexicanos–, en la tribuna. Jugar en el Memorial Coliseum o en el Rose Bowl, es tan temible como jugar en el Estadio Azteca.

Los 26 mil boletos para este viernes han sido vendidos. Los fanáticos del FC Cincinnati, anfitriones en turno, muestran las golosinas a los hambrientos mexicanos afincados en una ciudad que enraíza en tres estados. Boletos hay en el tendedero de la avaricia: entre dos mil y 12 mil dólares cada uno, según la cercanía al olor a hierba.

Así, cinco años y un día después, Estados Unidos espera encontrar en el TQL y en Cincinnati, una nueva fortaleza. Hacia Columbus no voltea ya ni la mujer de Lot. Confianza sobra, hoy. Ya la de las barras y las estrellas puso de rodillas en dos victorias en dos finales en este 2021 a México. Gregg Berhalter no tiene a todos sus estelares, pero tiene a los suficientes.

Mexicanos hay en Cincinnati. Mano de obra colosal erige cimientos. Y su exquisito sazón curiosea en las tripas de los parroquianos. Pero, no era fácil no ser blanco en esta ciudad. Todavía, como desde hace lustros, el grupo supremacista The Knight Riders, de filiación con el Kukuxklán, y con permiso oficial ha levantado eventualmente una gigantesca cruz en Fountain Square, en el corazón de la urbe, según relatan sus habitantes.

Pero, los tiempos han cambiado. Este viernes, Cincinnati derramará fiesta. The Banks es una zona de entretenimiento. Una explanada custodiada por leyendas: el Estadio Paul Brown de los Bengalíes de la NFL, y el Parque Great American, albergue de los Rojos de la MLB.

Ahí, la municipalidad montará una pantalla gigante para que este viernes, quienes no tengan boleto, compartan pasión, comida, bebida y lo que la ciudad espera sea un largo amasiato con la USSoccer. ¡“Dousacerou” ?

“Será muy bueno tener la tribuna llena de fanáticos nuestros, porque antes (en las finales de la Liga de las Naciones y la Copa Oro), dominaban los mexicanos”, explicaba Ricardo Pepi, el resplandeciente goleador, que se negó a jugar por el Tri, aunque toda su infancia vestía su pasión de verde en El Paso, Texas.

El viernes por la noche, las arterias del centro de la ciudad estarán cerradas. Quien se aventure por ahí, será para sumarse a la fiesta. “Es el partido más importante cada cuatro años, y está vez viene a Cincinnati. Eso habla de la importancia que toma la ciudad en el futbol”, dice el gerente general del club local, FC Cincinnati, Jeff Berding.

El presidente de la Cámara Hispana de Comercio de Cincinnati, Alfonso Cornejo, se suma a las esperanzas de Berding. Y también a las de EEUU, a las de Berhalter, y por supuesto a las de Sunil Gulati, el hombre que mece la cuna del futbol en Estados Unidos, aunque todos en su casa, esposa e hijos, hacen un guiño a México. “Una gran oportunidad para la Ciudad Reina de brillar”, dijo Cornejo.

Los medios locales se agregan a la fiesta. Además de la pantalla gigante en The Banks, habrá otra más en la zona de Washington Park, pero ahí las festividades arrancarán cinco horas antes del juego.

Cincinnati quiere la estafeta caída en la desgracia de Columbus. No sólo en el estadio. Este viernes, se incita a la población de la zona conurbada, que incluye localidades de tres estados: Ohio, Kentucky e Indiana, a que se vista de rojo, azul y blanco.

Es pues, Cincinnati, la mudanza del miedo, y de la esperanza, para Estados Unidos, a cinco años y un día, de que el Caballo de Troya tricolor defenestró Columbus.