El qué y porque desde Washington: México y Estados Unidos rasguños, arañazos y sonrisas – Los Angeles Times

Cada vez que la embajada de México en Washington convoca a un evento de prensa, el pequeño salón diseñado para multiusos en 1999, cuando la embajada fue puesta en operación, se llena a capacidad de prensa estadounidense y mexicana.

Ocurre lo mismo en las salas del capitolio, cuando el tema es acerca de México. Las salas se llenan de cabilderos, académicos y periodistas. No hay mejor indicación de que la agridulce relación de los dos vecinos es importante, porque en ningún otro sitio en el planeta hay tantos temas sin resolver, y mucho dinero en juego, así como todos los demás problemas que se generan todos los días entre México y Estados Unidos.

Marcelo Ebrard, el secretario de Relaciones Exteriores de México, que en la práctica se convirtió en una especie de vicepresidente mexicano, dirigiéndose a los periodistas con una enorme sonrisa nos dijo el jueves pasado por la tarde, que había visto en una revivida reunión de alto nivel entre miembros del gabinete de los dos países, un ambiente muy cordial, y que en estas reuniones esa cordialidad siempre es la clave para tener éxito.

Ebrard trajo una carta del presidente de México para el presidente de Estados Unidos en la que supuestamente el presidente mexicano, repitió su iniciativa de desarrollo en el sureste de México y en Centroamérica para anclar con trabajos a los miles de centroamericanos que ven a Estados Unidos como la única solución posible al hambre y la inseguridad que tienen en sus países.

La anfitriona de esta reunión en Washington fue la vicepresidenta Kamala Harris que sigue aún bajo presión para producir una solución a la creciente crisis migratoria en la frontera entre los dos países. La vicepresidenta llamó a México “… Amigo y socio”, y dijo algo que los gobiernos estadounidenses deberían repetir con más frecuencia porque es una verdad estratégica “… La estabilidad económica de México es de gran interés para Estados Unidos”.

Cuando de cerca uno ve actuar a los políticos, no deja de sorprender la falta de memoria de la que padecen. Hoy en el mes de septiembre el gobierno mexicano espera que la administración del presidente Biden, como su predecesor, se centre en la migración y la recuperación económica posterior a la pandemia, y que ignore cómo el gobierno mexicano destruyó la importante cooperación en materia de seguridad que existía entre los dos países.

Hace solo 8 meses que el aparato judicial mexicano desestimó el caso contra el ex secretario de Defensa de México Salvador Cienfuegos, a quien las autoridades estadounidenses arrestaron en octubre acusándolo de tráfico de drogas, lavado de dinero y de haber protegido desde su puesto al mando del ejército mexicano al brutal Cartel H-2. Esa exoneración de Cienfuegos fue criticada en Estados Unidos porque hizo público en un caso de tan alto perfil lo vulnerable que es la justicia mexicana a la manipulación política.

Entonces no hubo ambiente cordial, sino amenazas de México a prohibir la operación de agentes antinarcóticos de estadounidenses en territorio mexicano. Fue eso entonces, lo que logró que Estados Unidos regresara a Cienfuegos a México, junto con el expediente de la fiscalía estadounidense que probaba los cargos en su contra. Esa acción forzada irritó hasta la médula al gobierno de Joe Biden, que tuvo que morderse la lengua y callarse para preservar el resto de la relación de seguridad en la muy complicada relación bilateral.

En ese momento tan difícil, el presidente mexicano se tuvo que defender ante los militares de su país y en lugar de enmarcar la desestimación del caso de Cienfuegos por parte de México, como una cuestión de evidencia insuficiente, lo hizo ir mucho más lejos afirmando que los fiscales estadounidenses … “habían fabricado” los cargos contra el ex secretario de Defensa. Acto seguido poniéndole sal a la herida, López Obrador hizo públicas las 751 páginas de pruebas estadounidenses contra Cienfuegos que el Departamento de Justicia le había proporcionado a México en un acto de total discreción. Estos documentos que los países intercambian están siempre diseñados para ser mantenidos solo para la atención y los ojos de los gobiernos.

El gobierno de Joe Biden eligió no aumentar el conflicto, desestimándolo como una acción obviamente provocada por la necesidad de López Obrador de calmar las aguas políticas dentro de México. Aun así, el Departamento de Justicia de Estados Unidos anunció que mantendría el derecho de reabrir el enjuiciamiento del general Cienfuegos.

Todo esto que le reporto hoy vuelve a ser importante porque en Washington, a pesar de las sonrisas y el ambiente de cordialidad, dentro del gobierno de Biden hay un debate interno acerca de cómo en sociedad con México, deben abordarse las causas fundamentales de la migración de Centroamérica. La razón que hay para estas dudas es que la efectividad de cualquier proyecto de desarrollo y construcción institucional allí depende de abordar los niveles atroces de corrupción criminal, el estado de derecho deficiente, la impunidad generalizada y el abuso de los actores de los gobiernos centroamericanos, temas en los que la administración de López Obrador se ha negado a enfocarse en su política exterior.

Pero hay un problema adicional. La crisis de gente apilándose en la frontera con México le está causando agruras a Joe Biden, que hoy está pagando los tres minutos en los que dio la clara impresión de que a diferencia de su antecesor, el sí, les abriría las puertas de Estados Unidos a los pobres desesperados que buscan solucionar su problema de hambre.

Esa declaración inicial ha tenido que ser revolcada y re-enfatizada para convertirse en él… “Do not come”… “No vengan”- expresado en junio por la vicepresidenta Kamala Harris en Guatemala. Pero ahora ¿Cómo el presidente Biden le da la vuelta a lo afirmado por él tantas veces en su campaña presidencial? De que las políticas de inmigración de Donald Trump eran “Una falla moral y una vergüenza nacional”. A donde va a meter esas palabras este presidente que se da cuenta de que no puede abrirle la puerta a todos los inmigrantes del mundo que quieren entrar caminando a Estados Unidos por la enorme frontera con México.

La realidad es que con todo y las sonrisas, los rasguños y arañazos que constituyen lo que pomposamente llamamos “La relación bilateral México-Estados Unidos”, hoy a Biden no le queda más remedio que depender de que México siga siendo el guardia de inmigración en su frontera sur y que le abra sus puertas a todos los desesperados que quieren migrar a Estados Unidos. Biden está forzado a buscar que, en lugar de Estados Unidos, los migrantes elijan a México como su próximo país de residencia, y para eso tiene que aceptar el plan que López Obrador le propuso en su carta.

El presidente de Estados Unidos está entre la espada y la pared. Las columnas de opinión en los diarios no dejan de dudar de su capacidad. Una de ellas en un diario importante, no recuerdo cuál, llevaba por título, “Otra presidencia perdida”. Se refería a las crisis diarias; la de COVID y la falta de mandatos para que la gente se vacune, la crisis autoimpuesta con las evacuaciones de Afganistán y las crisis de inmigración, todas repetidas día a día están haciéndole pensar a millones de estadounidenses que su presidente tiene otra crisis, la de incompetencia.

* Por casi tres décadas el periodista Armando Guzmán se ha ganado el reconocimiento en México y Estados Unidos por su cobertura en Washington. Puede seguirlo en los diferentes medios y plataformas, como radio, televisión, prensa escrita e internet.