El clásico México vs. Estados Unidos, desde el punto de vista de las familias que viven los dos lados – ESPN Deportes

Ha pasado una década. Sin embargo, David Ochoa aún es capaz de imaginar los detalles de la escena.

“Lo recuerdo perfectamente”, afirma Ochoa, portero de 20 años y ficha del Real Salt Lake de la Major League Soccer. “Es carne asada, y todos mis primos están ahí, todos mis tíos están ahí. Mis tías preparan frijoles y arroz en la cocina, mientras que mis tíos están cerca de la parrilla”.

Sus familiares ya se habían reunido para presenciar un partido entre Estados Unidos y México: específicamente, la final de la Copa Oro 2011. El encuentro comenzó con Michael Bradley y Landon Donovan dándole ventaja de dos goles a los estadounidenses; sin embargo, El Tri logra igualar antes del descanso y remonta en el minuto 50. “Cuando anota ese gol, todos saltan y comienzan a gritar y celebrar”, prosigue Ochoa. “Es una alegría total”.

Por supuesto que “ese gol” es la joya de Giovani dos Santos, uno de los mejores tantos en la historia de la mejor rivalidad de la CONCACAF, que puso una hermosa guinda sobre la victoria 4-2.

La escena pintada por Ochoa es familiar para miles de mexicano-estadounidenses, con jugadores que, al igual que él, tienen raíces en ambos países y recuerdan reuniones familiares, poner carne sobre el asador, junto a los comentarios en español de Enrique “Perro” Bermúdez o Pablo Ramírez como la banda sonora de la mayoría de sus fines de semana. Los partidos entre Estados Unidos y México, como el compromiso de eliminatorias mundialistas que se disputará este viernes en Cincinnati (véalo EN VIVO vía streaming en Estados Unidos por ESPN+ y en Suramérica por Star+ a las 9 p.m., hora del Este) eran ocasiones especiales.

“Cuando crecía, no era como ahora que puedes ver todos los partidos que quieras por TV o streaming. En aquél entonces, sólo podíamos ver cierta cantidad de partidos”, afirma Rodrigo López, mediocampista del equipo Rio Grande Valley FC que milita en el USL Championship, nacido en Guadalajara y criado en California. “Esos partidos contra México, claro que los veíamos; todos reunidos en mi casa o con amigos de mi papá para ver el partido y hacer asado”.

Los preparativos para un encuentro de tal importancia “comienzan temprano”, según expresa el volante del FC Dallas Edwin Carrillo, quien se crio en una casa llena de hinchas del Club América en Waco, Texas. “Si el partido es a las 7, la gente ya está en nuestra casa al mediodía y mi mamá cocina algunas cosas para complementar la carne asada”.

“Llevábamos un cable de extensión y sacábamos afuera el televisor, porque nuestra sala era muy pequeña; así que todos lo veíamos en el jardín. Todos aplauden, comen, los niños están cerca viendo el partido. Siempre lo convertíamos en una ocasión importante”.

La comida es similar, independientemente de la región: los jugadores recuerdan la carne asada de sus familias que comían juntos, normalmente con arroz y frijoles. Las botanas para comer durante los encuentros incluían cacahuates y chicharrón. Los tíos bebían cerveza, sin prisa de llegar a casa y en especial si el juego se disputaba en fin de semana. Normalmente, no se produce mucha controversia a la hora de elegir la selección de sus amores: las familias eligen a México, aunque el asunto se ha complicado a medida que los futbolistas avanzan en sus respectivas carreras.

“Antes de que Ricardo debutara con Estados Unidos, estábamos inmersos en un ambiente mexicano. Vivíamos y disfrutábamos el partido como familia mexicana. Los encuentros entre México y Estados Unidos eran importantes cuando crecíamos, pero siempre apoyábamos a El Tri”, expresa Daniel Pepi, padre del delantero de 18 años Ricardo Pepi, miembro de la selección de Estados Unidos. El artillero nacido en El Paso decidió aceptar el llamado del combinado estadounidense a principios de este año, sumando ya tres goles en eliminatorias mundialistas.

“Ahora, es totalmente distinto. Seguimos apoyando a México y lo consideramos un país con gran fútbol; pero ahora apoyamos a Estados Unidos al 100% y hemos dejado la camiseta de México a un lado. No puedo decirles como me sentiré [este viernes], porque esto es nuevo para mí”.

Mientras Pepi viste la casaca de las Barras y Estrellas, Ochoa anunció este año su decisión de representar a México, lo que significa que su familia podrá seguir vistiendo la camiseta verde de El Tri mientras se sientan frente al televisor; aunque las cosas no siempre son tan simples.

El comportamiento de la afición que suele rodear esta rivalidad a veces se desborda a lo grosero, hasta con acusaciones de juego sucio y fanfarronadas entre ambos lados que se pasan de la raya, tanto en redes sociales como en persona. Sin embargo, los jugadores mexico-estadounidenses y sus familias siguen con todo el corazón a su selección, pero al mismo tiempo aprecian de manera única a los que apoyan al otro lado.

“Especialmente en California hay mucha gente como yo, y cuesta mantenerse alejado de la cultura”, expresa Ochoa. “Obviamente estoy con México y sin duda, quiero que México gane este próximo partido; aunque a la vez siento agradecimiento por todo lo que Estados Unidos me ha dado, las oportunidades que me dieron con los equipos juveniles en el fútbol”.

“Definitivamente, esta vez todo será raro para mí, con el hecho de que conozco jugadores en ambas plantillas”.

Esas amistades, e incluso un cambio de situaciones personales puede hacer que las pasiones se muevan en direcciones distintas.

“Alentaría a México; pero fui convocado por las selecciones sub-18 y sub-20 de Estados Unidos. Así que empecé a alentar a Estados Unidos y fui un poco en contra de mi familia, pero siempre es un juego”, afirma López. “Realmente, ahora no voy por ninguno. Solo intento disfrutar del partido. Tengo amigos en ambos equipos y cuesta elegir un bando”.

De cierta forma, según me indican los jugadores, esta rivalidad es un espejo de la experiencia mexicano-estadounidense. Familiares y comunidad en general se sienten ansiosos de ver la alegría y el orgullo emanados por la conexión a las raíces mexicanas, mientras que vecinos o compañeros de equipo se pueden sentir extrañados al ver que un jugador desarrollado en Estados Unidos apoya, o incluso llega a defender, los colores del mayor rival de su país.

“Tienes que sentirte agradecido y siempre amaré a este país. Cuando suenen ambos himnos, los cantaré ambos. Siento amor por ambos países”, indica Ochoa.

Sin importar el(los) himno(s) que cante(n), el dorsal que vistan o el resultado del encuentro de este viernes, se mantiene una constante: para los jugadores mexicano-estadounidenses, los partidos entre México y Estados Unidos son asunto de comida, fútbol y, sobre todo, familia.