La crisis sanitaria y económica global desatada por la pandemia del COVID-19 es analizada desde los primeros párrafos del documento. El impacto de la enfermedad es “impredecible”, según se lee en la declaración.
Acorde con el texto, “la debilidad institucional y la inestabilidad económica que arrastra la región desde hace décadas representan lastres añadidos y muy pesados tanto en la lucha contra el virus como en la posterior recuperación económica, más aún a la vista del enorme cráter económico que está dejando en todos los países”.
El pronunciamiento pone énfasis en la “crueldad sin fronteras y la incertidumbre respecto al futuro que está generando esta crisis en las sociedades, la cooperación regional e internacional, a pesar de las limitaciones que hayan ofrecido los procesos de integración latinoamericanos”.
Este aspecto es considerado por los expresidentes como un “arma irrenunciable para la erradicación total de la lacra y para que sus consecuencias no aboquen a la pobreza severa a países que, como en el caso de algunos de la región, estaban en la senda adecuada de mejoras institucionales y de sus estructuras económicas”.
La Declaración de Madrid deja por sentado que “América Latina existe”, con la particularidad de que es un “continente propio, como bloque económico, como región surcada por innumerables lazos comunes históricos, culturales y de todo tipo”.
Uno de los apartes del documento propone que “la salida de la crisis de Latinoamérica no puede ser defensiva” y ve como un obstáculo la crisis sanitaria.
Asimismo, la declaración introducida por el expresidente Aznar confiere relevancia a la necesidad de un “crecimiento en libertad” en la región, que sea “generador de oportunidades”.
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