¡Bendito accidente, maldito accidente! México, Campeón Mundial Sub 17 – ESPN Deportes

LOS ÁNGELES — Un accidente. Eso fue. 2 de octubre de 2005. Perú, el coliseo de la Final del Mundial Sub 17. México, el David con la honda humeante de lo inverosímil. Brasil, el Goliat de la atónita frente ensangrentada.

Sí, un accidente. La Real Academia de la Lengua lo certifica. Revíselo, Usted, puntualmente.

1.- Cualidad o estado que aparece en algo, sin que sea parte de su esencia o naturaleza. ¿Cuándo las hazañas han sido la esencia o la naturaleza del futbol mexicano?

2.- Suceso eventual que altera el orden regular de las cosas. ¡Chucho Ramírez y su prole de adolescentes alteraron el orden del universo del futbol!

3.- Suceso eventual o acción de que involuntariamente resulta daño para las personas o las cosas. ¡Cuánto daño involuntario se les hizo a los héroes imberbes encabezados por Giovani, Carlos Vela, César Villaluz, Omar Esparza y compañía?

Ojo: no fue accidental la coronación de México, pero fue totalmente un accidente la exaltación de los Sub 17 como los mejores del mundo.

Recuérdese: México viajó casi en silencio a Perú. Acaso le acompañaba una sorna generalizada en los medios. Chucho Ramírez, el entrenador, había advertido: “Vamos a ser campeones”. Y hasta el entonces mandamás en la FMF, Alberto de la Torre, dibujó esa su típica larga sonrisa, equivalente a un “perdónenlo, no sabe lo que dice”.

Sólo un personaje, conocedor, entendido de futbol, pero torvo, sabía de los alcances de esa, en apariencia, escuadra suicida. Desde las sombras, Ricardo LaVolpe había querido arrebatarle ese grupo a Chucho Ramírez. Ricardo Peláez, jefe administrativo del proyecto, no se lo permitió.

México comenzó venciendo a Uruguay (2-0, Vela y Villaluz), y la información aparecía entre el Aviso Clasificado. Vence a Australia 3-0 (Esparza y dos de Vela). Caen ante Turquía 2-1, y el oleaje de escepticismo: “Hasta ahí llegaron”.

En Cuartos de Final elimina a Costa Rica (3-1, Efraín Juárez, Ever Guzmán y Vela) y en México se empieza a creer en ellos. La Semifinal sería ante Holanda. Villaluz (2), Héctor Moreno y Guzmán lapidan con un 4-0.

Súbitamente, los vuelos de México a Perú se atiborran de directivos, de medios, de familiares, de aficionados, de promotores. Los advenedizos y su discurso: “¡Siempre creímos en ellos!”. ¡El oportunismo viaja en Primera Clase!

De repente, los desdeñados, los ignorados, los ninguneados, se convertían en los referentes de portadas de diarios y de medios electrónicos. Tachado de loco, Chucho Ramírez sólo observaba la caravana ansiosa y festiva de paracaidistas en espera de que su profecía se consumara. “Vamos a ser campeones del mundo”.

México somete a Brasil. 3-0. Goles de Esparza, Guzmán y Vela, a la postre el Botín de Oro del Mundial. El Balón de Oro se lo hurtan a la revelación del torneo, Giovani dos Santos, en beneficio del brasileño Anderson.

Fueron recibidos como colosos. Colapsaron la Ciudad de México. Y se desató la competencia perniciosa por etiquetarlos: “¡La generación dorada!”. “¡Los Niños Héroes!”. “¡Los niños de Oro!”. “¡La generación del cambio!”. “¡El futuro es nuestro!”. La exageración enajenante de los zopilotes y chaqueteros por la histeria de bautizar a los antes huérfanos y abandonados.

Y la afición se desgañitaba. En la caravana memorable del festejo, a los costados, como escoltas histéricas y estremecidas, había lágrimas en los aficionados que vitoreaban a los conquistadores, con esa fe, promulgada alevosamente, de que era la pléyade ansiada, el advenimiento de los héroes anhelados. La esperanza del desvalido, del menesteroso, del indigente futbol mexicano, recién llegaba de Perú, con las medallas de oro colgando de los rozagantes mozalbetes lactantes del proyecto de Chucho Ramírez.

Pero, insisto, todo fue un accidente. Un accidente bendito. Un accidente maldito. Un accidente. Y sin embargo, no hay nada de accidental o de accidentado en esa sublimación del futbol mexicano, la primera de impacto absoluto en el futbol mundial.

1.- No fue accidental, porque Chucho Ramírez tenía un proyecto, una metodología de trabajo, una atención personalizada hacia cada jugador para convencerlo de sus alcances y su capacidad. No dejaba nada a la casualidad, apoyado por su esposa Lourdes Deschamps. A buenos futbolistas los convirtieron en ganadores.

2.- Y sí fue un accidente del futbol mexicano, porque trabajaron en el abandono, en el anonimato, en el desdén, y sólo Ricardo Peláez creía en ellos. Crecieron de manera silvestre, marginal, apenas con el apoyo mínimo. No era una selección engendrada por el futbol mexicano, sino por la osadía de Chucho y su proyecto.

Hoy, todos han desaparecido. Giovani dos Santos se quedó sin equipo. Carlos Vela, tras el relumbrón en 2019, naufraga en sus habituales altibajos. César Villaluz es un peregrino del futbol. Héctor Moreno tiene años viviendo bajo el estigma de ser el heredero ficticio de Rafa Márquez. Y contando…

Giovani tuvo a sus pies el paraíso del Barcelona. “Éste será mi heredero”, le dijo alguna vez Ronaldinho a Joan Laporta, antes de la unción de Lionel Messi. Gio eligió las lascivas y alcoholizadas sirenas de la noche. No se reveló ahí, ni en el Tottenham, ni en otros cinco equipos europeos, antes de recalar a una ominosa y vergonzosa travesía en el Galaxy, y después a vegetar en Coapa.

Su promotor lo ofreció durante todo este verano a equipos de la MLS, de la USL, de la segunda división de España, y hasta tímidamente, marcó a las oficinas de las Chivas, en una medida desesperada. El depredador de la negligencia profesional se engulló al mejor futbolista de ese Mundial Perú 2005.

Carlos Vela tuvo un año esplendoroso con la Real Sociedad. Las votaciones para el mejor jugador del año, estaban en ese orden: Cristiano Ronaldo, Diego Costa, Carlos Vela y Lionel Messi. El Atlético de Madrid fue por él. Una frase desafortunada del Bombardero, arruinó todo: “El futbol es mi trabajo, mi verdadera pasión es el basquetbol”. El Cholo Simeone descartó al mexicano y firmó a Antoine Griezmann.

¿Quiénes fueron los Herodes responsables de este infanticidio futbolístico? ¿Quiénes arruinaron a los pujantes púberes de Perú 2005?

1.- Sus padres. Creyeron haber solucionado su futuro y se cebaron en la inconsciente explotación de sus propios hijos. Creyeron en hienas vestidas de promotores, y les entregaron a mocosos expuestos a las tentaciones ocultas tras la fama y el dinero.

2.- Los mismos clubes. Los trataron como mercancía. Cruz Azul prefirió seguir apadrinando a bultos que su promotor de Miami le surtía, en lugar de blindar a César Villaluz y a Édgar Andrade. Y Chivas no hizo un esfuerzo para mantener auspicio y asesoría con Carlos Vela. Jorge Vergara cortó todo nexo con él.

3.- “Nadie estaba preparado para semejante triunfo”, reconoció Chucho Ramírez a ESPNDeportes hace años. Explicó que trató de mantener, junto con su esposa, contacto, orientación y atención a cada uno de los jugadores. “Los papás, los equipos, los promotores, empezaron a bloquear esa comunicación. Y el jugador, llega un momento, en que está seguro que debe hacer lo que quiere”.

4.- La FMF. Se apartó de ellos. Octavio Rivas, psicólogo de Pumas y de la Selección Mexicana, recomendó a los directivos que los orientaran psicológicamente para digerir y sobrellevar el brutal, maravilloso y repentino éxito.

5.- Y claro, el futbolista. De repente, el mundo entero, le pareció un banquete que le pertenecía totalmente. Todavía no eran mayores de edad, no tenían licencia de conducir, no podían votar, y eligieron comportarse como mayores de edad. Fiestas, vino, cortesanas, autos, despilfarro, amigos, noches eternas, algunas veces bajo el patrocinio falaz de sus propios promotores.

Dos de octubre. Cada año, se yerguen los espectros del fracaso, en plena rotonda de uno de los éxitos más impactantes, emotivos, esperanzadores y estremecedores del futbol mexicano. Se perdió una generación de jugadores capaz de provocar un cambio. Los responsables, los culpables, se lavaron, se lavan y se seguirán lavando las manos con el acta de defunción de esa fantasía de lo que pudieron haber sido y no fueron.